Crónicas de Denver - Parte V

sábado, 13 de abril de 2013

Para contar bien una historia hay que empezar por el principio,pero para alguien cuya vida ha sido un misterio desde el momento en que nació es complicado.
¿Dóne nací? Todavía no lo sé. Por mi aspecto físico puedo suponer que mas allá de la cordillera Dargo, pues más de una vez me han confundido con un cerylneo. Todo lo que sé es que cuando tenía menos de un año mis padres me dejaron al cuidado de un granjero de una pequeña aldea llamada Hostrich, cerca del valle de Graden.
Es la historia que siempre me contó el hombre al que considero mi padre, Han. Mis padres biológicos se marcharon y no se les volvió a ver por la zona. ¿Cómo eran? No lo sabe, llevaban capuchas y se fueron tan rápido como llegaron. Lo único que me pudo asegurar es que heredé los ojos claros de mi padre. Nada que ver con la mirada oscura y profunda de mi madre. Es lo único que vio de  los extraños, los ojos. En el caso de mi padre unos ojos azules como témpanos de hielo, una mirada fría e intimidante, ausente de sentimientos. Y los ojos de mi madre, unos ojos marrones, oscuros y penetrantes que daban la impresión de que veían dentro de ti. Siempre contaba la historia de la misma forma. Se sentaba en su butaca cerca de la chimenea y suspiraba mientras un escalofrío le recorría el cuerpo.

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