Crónicas de Arstan - Parte II

miércoles, 5 de febrero de 2014

Nindor no era una escuela cualquiera, no era un sitio cualquiera, era la escuela de Elementales de el gran Arstan, quienquiera que ingresaba en Nindor sabía que si lograba superar los siete años y siete días de entrenamiento se convertiría en uno de los mejores Elementales sobre la faz de la tierra.
Pero Nindor no era solo una escuela. La magia corría por sus muros, fluía por sus jardines hasta concentrarse en el centro de la escuela, la Torre de Arstan. Era el epicentro de la magia de la escuela. La Torre, firmemente arraigada en las entrañas de la roca con la que habia sido creada albergaba el poder de Arstan. Y en lo alto de la Torre, en la cúspide de la torre se encontraban los aposentos de Arstan junto a la mayor colección de artefactos mágicos que Arstan había encontrado en sus viajes. Mágicas espadas forjadas por los últimos Durledain, piedras solares del desierto de Gearrak, los misteriosos cuchillos de obsidiana de las islas del Archipiélago Shiek, pócimas preparadas por los elfos del Bosque Antiguo, antiguos y poderosos bastones, y misteriosos mecanismos de los hombres de más allá de las Estepas del Norte. La mayor colección mágica que un Elemental podía reunir en toda su vida.

El poder de los Elementales formados en Nindor y los rumores sobre la descomunal colección mágica de la escuela no hicieron más que aumentar su fama. Gente de todo el continente acudía a las puertas de Nindor con la esperanza de ser elegidos por Arstan para comenzar o seguir su entrenamiento en la magia elemental. Pero muy pocos lo conseguían.
Cada mañana Arstan se asomaba desde el balcón de la Torre y observaba a la multitud reunida ante sus puertas, pero rara vez elegía a alguien. Cuando esto ocurría, bajaba desde su balcón en lo alto de la torre sujetado por el viento hasta la persona que él creía apropiada. Suavemente posaba sus pies en la tierra frente a la persona elegida y siempre decía lo mismo.
- Yo, Arstan, el Elemental, te elijo a ti, de entre todos para unirte a la escuela de Nindor. Si aceptas ahora, no saldrás de Nindor durante siete años y siete días, pero te aseguro que cuando salgas de aquí lo harás como uno de los Elementales más poderosos. Si rechazas el ofrecimiento nunca más se te volverá a ofrecer. Está en tu mano, tienes hasta el anochecer para comunicarme tu respuesta. Si cuando se ponga el sol no has traspasado esa puerta nunca podrás hacerlo. Que el agua, el viento, el fuego y la tierra guíen tu decisión.
Después de esto volvía a su balcón y no se le volvía a ver hasta el día siguiente.
Ni una sola vez, en toda la historia de Nindor, ninguna persona había rechazado la oferta de Arstan, y siguió así por mucho tiempo...hasta un día de otoño nublado, pero eso es otra historia que no debe ser contada ahora.

Los elegidos por Arstan ingresaban en Nindor, durante siete años y siete días. Recibían una habitación en los pisos inferiores de la torre, comida y ropa. Vivían ese periodo con austeridad, entregados al entrenamiento, sin noticias del mundo exterior, sin visitas de familiares. Debian convivir 7 años y siete días con ellos mismos.

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